Alice llevaba sin dormir 2 días, pero esta noche había conseguido descansar un poco. Cuando despertó pidió y suplicó que todo hubiese sido mentira o que todavía no hubiese llegado la hora de levantarse. Sabía que se iba a enfrentar a otro día, quizá peor que ayer o quizá mejor, pero malo iba a ser seguro. Y la cuestión no era esa, sino que ya no tenía fuerzas para seguir. Ya no sabía con que cara ir al instituto, ¿cómo taparía esas ojeras? Aún así pensó que tenía que hacerlo y que momentos débiles como este la ayudarían a ser mas fuertes ante otros. Ese sábado por la noche la había destrozado, aquello era demasiado, se le había ido de las manos todo. Alice se vistió con la misma ropa que el día anterior, en el que escapó de todo ayudándose de su familia, estaba muy vaga y no la apetecía estar de humor y mucho menos arreglarse. Se puso delante del espejo y se lavó la cara con una mínima esperanza de que esas inmensas bolsas desaparecerían. Bajó a desayunar y cogió la mochila. Al llegar al instituto tenía la sensación de que todo el mundo hablaría de ello y no la dejarían estar en paz. Y así fue. Unos cuchicheaban en un rincón, otros iban hacia ella y charlaban y otros simplemente hacían que no hablaban de ello justo cuando Alice se asomaba. Por suerte la mañana iba más o menos rápida. Pero en ese momento apareció él, no se miraron a los ojos pero sí a escondidas. Ella al mirarlo sintió por dentro que no era él, que todo había cambiado y creyó morirse...Ese cuerpo sin alma que había hecho lo peor que una persona puede llegar a hacer. No, definitivamente, no era él.
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